El precio de la innovación

Las cuentas claras

Un nuevo fármaco cuesta en torno a 1.300 millones de euros, popularizaba una campaña de publicidad en Londres. Campaña contestada de inmediato por una ONG que decía que el coste era de 150. ¿Truco? La contabilidad de costes es una disciplina clara al respecto, por tanto los costes directos e indirectos se deben imputar proporcionalmente ligados al proyecto concreto, sin embargo ¿qué pasa con los fracasos? Como decía Humberto Arnés, si dividimos el total de I+D en el mundo por el número de nuevos fármacos nos sale una cifra superior a los 1.000 millones.

Quien investiga

Hoy en día la investigación básica está enormemente atomizada y salen star-up como hongos después de la lluvia. El problema está en las fases más avanzadas, fase II y III donde los gastos y el riego se disparan. Y así debe ser para garantizar la eficacia y seguridad de los productos que llegan al mercado.

Si el coste de investigar un fármaco fuera tan asequible, ¿Por qué no son desarrollados por el sector público u otras organizaciones? Lamentablemente el músculo financiero para soportar la gran cantidad de fracasos hace poco viable esa alternativa.

El coste real de la innovación.

En ocasiones se critica a la industria por no ofrecer soluciones altamente innovadoras sin considerar los pequeños avances que son los que realmente nos permiten avanzar en la lucha contra las enfermedades. Si consideramos que solo el 10% de los lanzamientos son considerados como innovación distintiva esto nos lleva a considerar que el coste real de esos éxitos sería muy superior al de 1.300 millones.

El reto

En el entorno actual de envejecimiento de la población y crecimientos económicos casi nulos, las compañías farmacéuticas no pueden quedarse solo en el marco de eficacia y seguridad, hay que ser disruptivo en la rentabilidad y plantear, además, qué tecnología sanitaría debería ser desfinanciada para asegurar la sostenibilidad.

Jesús Herrera
Alumno Máster ARAS Madrid
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